10.000 tuits de viaje apasionante
En marzo de 2010 -me recuerda Twitter- empecé a navegar en este Nautilus gigante, universal. Me adentré en él sin saber el destino del viaje que todavía continúa, con descubrimientos tan apasionantes: gente, contenidos, sonrisas, ironías, amistades… y también con algún que otro momento de desasosiego, lo confieso. No hubo ningún capitán Nemo que me guiase. No. Aunque ha habido épocas en que me he sentido secuestrado: tuiteando mañana, tarde y noche. Tampoco son 20.000 leguas. Son 10.000 tuits publicados. Impensable cuando empiezas y que a unos les parecerá mucho pero a otros poco.
El primer tuit. Sin usuarios ni hashtags ni nada. Un desastre
Para mí, uno de los principales atractivos de Twitter es la libertad. La mayoría de los usuarios tienen perfiles públicos, abiertos, por tanto existe un océano inmenso de contenidos. Sí, eso, los tuits que escribimos, son contenidos, aquellos snack de los que hablábamos hace poco. Esa posibilidad de encontrar información en tiempo real sobre cualquier tema de varias fuentes y en diferentes idiomas me atrajo y me retiene.
- Casi nunca leo todo el timeline.
- Repaso qué publican los usuarios que suelen ofrecerme contenidos que me interesan.
- No sigo a todos los que me siguen.
- Invierto tiempo en crear listas, cerradas muchas de ellas por ahora y hasta que estén completadas.
- Escojo entre los usuarios que son seguidos por usuarios a los que yo sigo. Sí, presta mucha atención a las sugerencias de Twitter.
- Ya no suelo publicar sobre temas de actualidad si no considero que no aporto nada. Es decir, no tuiteo por tuitear.
- No me sabe mal dejar de seguir a gente.
- Utilizo mucho más los hashtags para informarme: el mejor medio de comunicación para mí es el resultado de lo que busco.
