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Tomás Alcoverro durante la conferencia

Saddam Hussein y los molinos de La Plana de Xàbia

El sábado pasado (30 de abril de 2010) tuve el placer de acompañar toda la mañana al periodista Tomás Alcoverro. Vino a Xàbia a ofrecer una conferencia invitado por el Foro Jávea de Vecindad. Alcoverro es el corresponsal en Oriente Medio de La Vanguardia y vive en Beirut (El Líbano) desde hace más de 30 años. Ha sido testigo directo de la Guerra del Golfo, de las invasiones del Líbano a manos de Israel, de la caída de Saddam Hussein…
La gente del foro me había pedido que le mostrara el centro histórico, por lo que estuvo con nosotros Ximo Bolufer, director del museo arqueológico. Primero recorrimos el casco antiguo y después subimos a los molinos de La Plana. Allí nos habló de cómo ahora, echando la vista atrás, se sorprende de su adaptación a una ciudad y un terriorio que en principio le parecieron tan extraños y que con el paso de los años han vivido inmersos en guerras, invasiones, atentados, inestabilidad política, social y religiosa… que él ha sabido relatar con la narrativa propia de los grandes corresponsales del siglo XX. En este sentido, cada razonamiento de Alcoverro es una lección de periodismo.
Poco después, sentados en la terraza del parador, donde él se hospedaba, yo le expliqué que considero que el futuro del periodismo puede estar ligado a las relaciones públicas. Que sus crónicas, por ejemplo, pertenecerán en breve al ámbito de la literatura. Que cada vez más la comunicación entre las empresas y las instituciones con la sociedad se realizará por canales distintos a los tradicionales: medios de información y publicidad. Que desde el ayuntamiento hemos creado una revista con información municipal, un canal en Youtube y una página en Facebook porque el alcance de los medios es cada día menor y la gente recibe la información por otras vías.
Hace tiempo que sigo a Alcoverro a través de las crónicas que se publican en La Vanguardia y del blog de su corresponsalía, que lleva por nombre Espejismos de Oriente. Tener la oportunidad de departir con él cuatro horas de una soleada mañana de primavera fue un regalo.