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Petróleo, burka e información

Una mujer ataviada con el burka pasea vergonzosa por una calle de L’Hospitalet del Llobregat (Barcelona).  Lo hace ante la atenta mirada de muchos de los que la rodean. La observan como una persona que no goza de toda la libertad que debería tener. Menos mal que ahora su ayuntamiento ha aprobado la prohibición de llevar el burka en los espacios públicos de la población. Le leí un día a Plàcid García-Planas en La Vanguardia que la rejilla del burka utilizado en Afganistán está formada por unos 35o agujeros -él los contó- del tamaño del extremo grande de un palillo de cocina, de esos de pinchar mejillones. Por ahí ven ellas el mundo.

Qatar es un emirato árabe con una extensión similar a la Región de Murcia. Es un pequeño país que se está conviertiendo en uno de los dueños del mundo gracias al oro negro, el petróleo. En los intermedios del programa Hoy, de CCN+ y presentado por Iñaki Gabilondo, suelen emitir un spot publicitario sobre Qatar Diar, la rama inmobiliaria del Tesoro qatarí. En ese anuncio -creo que hay varias versiones- sólo he podido ver una mujer y es una occidental que sale de espaldas.

L’Hospitalet de Llobregat y Qatar no están tan lejos. En sus vidas, las mujeres musulmanas sufren la misma intolerancia ya sea por las imposiciones familiares en el primero o por el dogma del Estado en el segundo. Sin embargo, a nivel informativo pocas veces se añade a la información sobre el burka el hecho de que en emiratos árabes como Qatar es prácticamente obligatorio –existen más variantes de velo.

Y no sólo eso, sino que cuando se habla del poder de Qatar -y los otros emiratos- y de su imparable entrada en los mercados occidentales se ningunea el elemento religioso. ¡Qué rascacielos tan increíbles construyen; qué pasada de circuitos; han hecho una isla artificial! Y el silencio en los grandes medios de comunicación lo invade todo: el único sonido es el del espectáculo arquitectónico.